Sigo con mis Quijotes. Se vá la tarde en casa de Ana y me relajo un poco. He sufrido mucho con mis ojos esta semana. Una conjuntivitis aguda, fotofobia, la mirada nublada, etc. Y los nervios de punta. No podía trabajar y me crispaba, trabajaba a ciegas. En lo más recognito de mi alma pensaba que podía ser un nuevo experimento. Ay! Ya pasó, espero. Para alguien que trabaja con la mirada esto es algo terrible. Y despacio y angustiadamente he tenido que pedir ayuda a otros seres humanos. Y descansar del todo para poder seguir, en fín. No creo que nunca descansemos del todo..
En las pinturas me gusta este ejercicio, este nuevo proyecto, las escenas que más me hablan me aportan muchísima vida. Hay que tener energía para entender la energía, hay que tener el amor para entender el amor. Y también sentir un lugar dentro de ti en el que existe un encaje perfecto, una imagen perfecta. En este ejercicio sobre don Quijote trato de llegar a ese lugar lo más rápido posible. En la medida en que estás en ese lugar el tiempo no existe.
Bueno mis Quijotes no tienen voluntad de parecerse a nada. Creo que son algo representativos, como lo es toda mi pintura. Verdaderamente dejo vivir lo inesperado, aquello que sin explicación surje, te captura,… Y dices, venga, quédate ahí, háblame. Así en cada pequeña evolución del trabajo.
Pero sólo cuando existe una entrega enorme, incluso en la fluidez, la pintura cobra entidad, fuerza. Se percibe esa elaboración, la llamada "cocina". Porque sí, la pintura se cocina, al fuego más lento, al fuego sin tiempo.